jueves, 18 de febrero de 2010

Un día gris

No sé escribir. Vale, sí sé escribir, pero no sé crear. El arte no me vino en forma de bolígrafo, sino de pincel. Con todo, ¿me habrá abandonado? hace mucho que no siento el impulso de dibujar. Tantas cosas invaden mi mente que creo haber olvidado la libertad que se siente frente al papel. Y no me refiero al papel que se rellena con palabras, ahí no sé reflejar mis sentimientos. Necesito acompañar el papel con un lápiz y una mesa enorme; necesito enmudecer mis pensamientos, que no dejan de acosarme en lenguas diferentes. Mi pasión son los idiomas, sí, pero no puedo olvidar mi otra pasión, aquella que me pide algo más, aquella que nació conmigo y saca lo mejor —o lo más recóndito— de mí.


Ya he acabado, sí. Ya dije que no sé dar vida a las palabras, sino a los dibujos. O eso creía.